La Gran Sabana II
De ahí partimos al salto Chinemerú o Aponwao, los indios pemo nes lo llaman Chinemerú cuando no es época de lluvias y no enseña su verdadera fuerza, pero con la época de crecidas pasan a llamarlo Aponwao, con esos mismo nombres designan a una liana (como por la que saltaba Tarzán) que cuelga de los árboles y cuya madera es muy flexible. Cuando la liana es joven y fina es chinemerú, cuando crece es aponwao. Este saltó tiene unos 125 metros de caída y se veía impresionante, no me imagino como será el Salto Ángel, el más largo del mundo, con una caída de 1000 metros. Para poder llegar hasta allí los pemones tienen que cruzarte el río en sus canoas.
De vuelta del Aponwao hacia Kanavayen, una aldea pemón fundada alrededor de la antigua misión de los capuchinos y llena de encanto, nos encontramos con un matrimonio pemón, que a cambio de un cigarro nos permitió degustar su licor típico hecho con yuca fermentada que había hecho su mujer. Y la pregunta es ¿cómo se fermenta la yuca?, pues a base de escupitajos, pe ro lo bueno de estos viajes es conocer la cultura popular y todos probamos ese licor cuyo ingrediente secreto eran las babas de la mujer pemón.
Después de intentar conseguir hielo en Kanavayen, cosa que fue imposible, aunque Rocío con sus dotes de persuasión y negociación consiguió que un cantinero nos cambiase cervezas calientes y una cavita de regalo por cerveza fría, nos dirigimos a nuestro último d estino del día, Karuay.
A mitad de camino, bueno camino, camino no se puede llamar, era un sendero lleno de rocas que el pobre de Yupi tuvo que sentir en sus partes bajas más de una vez.
Como decía, a mitad de camino vimos un pequeño incendio y como buenos expediciona rios paramos el carro y nos bajamos a pagarlo a golpe de botazos y Ricardo además aportó el agua acumulada en su propia manguera, como bien lo describió Pope. Claro, que luego nos enteramos que eran los propios pemones los que muchas veces los provocaban para espantar a las serpientes que abundan en La Gran Sabana y para que, a muchos kilómetros de allí, los que le esperasen en su destino supiesen que estaba en cami no y le preparasen, comida, bebida y un lugar donde dormir. Total, algún pemón se quedo esa noche algún pemón se quedo sin un gran recibimiento a su llegado. Uphsss!!! Pemoncito, lo sentimos, prometemos que la próxima vez no apagaremos ningún minincendio que nos encontremos de paso.
En Karuay hay unas churuatas muy buenas para campar bajo ellas si amenaza con llover. Aunque parecen abandonadas, al poco tiempo de llegar apareció un pemón para que le pagásemos por utilizar su churuata, como el cielo no estaba muy despejado que digamos y los indios tienen que ganarse la vida de algún modo optamos por pagarle al pemón y acampar allí. Valga decir, que el pemón llegó tan sigiloso y de improvisto que p illó a Rocío cuando estaba haciendo en pleno proceso evacuatorio número dos (hay fotos de ese momento pero me aplique la ley mordaza por el bien de todos, jajaja).
Menos mal que se sobrepuso al susto y degustamos otra cena suculenta hecha por La Ro, pechugas de pollo con queso fundido, ensalada, dulces árabes, vino y (como esta vez habíamos sido previsores y habíamos utilizado el río a modo de nevera) cervezas. Al final también acabamos haciendo kalimotxo (como buena cántabra, cuando fuimos a comprar nuestras previsiones no olvide incluir un brik de vino para caso de contingencia). Esa noche no vino ningún meteorito pero la pasamos bien y desbarramos bastante, bueno ya sabéis, jajajaja.
El domingo decidimos pasar el día en Karuay, fuimos hasta la cascada, un lugar bellísimo, el s onido del agua al caer, las ulular de las hojas de los árboles, las rocas,... que te inundaba de tranquilidad el espíritu y allí. Rocío, Ricardo y yo trepamos hasta un lado donde la fuerza del agua no era tan fuerte y nos metimos debajo de un chorro que actuaba a modo de ducha a presión (aunque en la foto no se aprecie bien en la parte de la izquierda estamos nosotros). Un poco más abajo nos metimos en una especie de jacuzzi natural a relajarnos. Todo un lujo, jajaja. Nos fuimos justo a tiempo, cuando comenzaba a lloviznar.
Después de comer, fuimos de regreso a Kanavayen. Antes de irnos paramos en lo alto de la cascada Karuay y de regreso al carro el Putari tepuy, que hasta ese día sólo habíamos visto coronado de nubes, nos enseño su majestuosa cima. Después pudimos ver también el Auyantepui, donde esta el salto Ángel y creemos que también divisa mos otro más, el Roraima. Para llegar al Roraima se necesita una semana caminando, pero para llegar al Auyentepui, desde el lugar hasta donde llega el carro hasta él, hay que estar andando un mes. Puede, que con suerte, algún día pueda contaros ese viaje.
ESTA HISTORIA CONTINUARÁ...