Laura y el cine

La verdad es que desde que estoy en Venezuela se me están presentando oportunidades que ganas imagine. Y lo más loco es que, a diferencia de lo que hubiese hecho dos años atrás, he tenido la valentía de aceptarlas y afrontar mis propios miedos e inseguridades. El miércoles, como a las dos de la tarde, recibí un mensaje en mi celular que decía: “Laurita, ¿tú por casualidad no sabes actuar?”. Quien me mandaba ese mensaje era Maiah, la productora del programa de radio donde yo grabo unos tips (unas frases sobre el tema del día que van sonando durante el programa), otro reto que jamás hubiese imaginado que tendría que asumir y en el que ya llevo involucrada más de un año. Yo le dije que me resultaba muy graciosa su pregunta porque meses atrás había estado pensando seriamente en apuntarme a clases de actuación, pero al final no lo hice. La cuestión es que tenía que grabar un corto y la actriz que había conseguido la acababa de cancelar a dos horas de la grabación y estaba toda histérica. Así que me lié la manta a la cabeza y le dije que a menos que necesitase una profesional (de la actuación, claro está), yo le echaba bolas a la vaina y lo hacía. Conclusión: acababa de ser contratada para ser la actriz de un corto mudo. Conchale, mi primera incursión en el mundo cinematográfico y encima no hablo, pero no vayáis a pensar que eso me alivio en lo más mínimo, porque aunque yo soy muy gestual ordenar a tu cerebro que mueva los músculos de tu cara como si realmente estuvieses triste, eufórica, asustada o esperanzada no es nada fácil. Además todo el mundo que me conoce sabe que hablo hasta debajo del agua.

Más tarde, cuando me pasaron buscando por el trabajo me enteré de que Maiah estudia cine y debía entregar su corto el viernes. La historia era la siguiente: En un estacionamiento una pareja, como muchas otras veces, discute en un carro, ella triste, él despreocupado. La chica tras varias dudas, decide acabar con esa tormentosa relación de una vez por todas. Baja del auto, se fuma un cigarrillo mientras en la inmensidad de la noche ve el vacío de su alma, y súbitamente echa a correr. De repente llega a la reja del estacionamiento, donde se detiene y espera a que se abra mientras las rejas van pasando por su cara. La puerta se abre y sigue corriendo hasta la calle, mira a los lados y ve un carro. Corre hasta el carro y se monta. Ahora se la ve feliz, sonríe al ocupante del carro, le pide, con la mirada que la rescate, que la lleve lejos. Cuando la cámara nos enseña la cara del tipo éste tiene la misma cara del otro, de la persona con la que estaba discutiendo: todo es un círculo.

Al principio estaba preocupada porque pensaba que el actor sí que sabía actuar, pero era un amateur, como yo, así que me relaje y disfrute mucho. Aunque me costó un poco demostrar las emociones del personaje únicamente con mi cara, después todo marchó bien. Me alegro un montón de haberlo hecho porque es una experiencia más en la que encima me goce una bola, conocí gente chévere y me propició una anécdota más que contar sobre esta fantástica aventura que fue residenciarme en Venezuela.

Os confesaré que Maiah quedo en darme una copia una vez tenga todo el metraje listo y editado, es breve, durará unos 2 minutos, pero lo siento por vosotros porque antes de osar enseñar a nadie está conjunción de fotogramas tengo que verlo yo y decidir cuál es la mejor opción: enseñar mis primeros pinitos artísticos o guardar esta experiencia en el cajón del olvido. No os preocupéis, últimamente mi autoestima está bastante alta, cosa que en este caso os beneficia enormemente, así que, aunque sólo sea para que os echéis unas risas por cuenta de la casa, veréis la cinta.

Por cierto ahí os mando una foto de la maleta a los años 50 donde se guardan las luces, demasido finaaaa!!!!!!