Encrucijada de palabras

"Soy un individuo de una especie animal elevado por mis semejantes a la dignidad de ser humano". No sé de quien es la frase pero sí que es realista, por eso espero que a través de este espacio logre alcanzar algo de ese ser humano del que habla. Dicen que este nuevo medio de comunicación es aislacionista, que no fomenta el calor que te brinda una amistad, pero cuando quieres hablarle al mundo y no importa quién pueda escuchar, no importa que forma utilices, lo importante es conseguirlo.

23 junio, 2008

Aún sin título II

Tardó en recogerlo, aunque le atraía como un imán no se atrevía a mancillarlo, algo le decía que tocar ese receptáculo de madera, aunque fuese levemente con las yemas de sus dedos, era como profanarlo. Al final, después de quince minutos bajo la lluvia mirándolo como hipnotizado, sus pies, que siempre habían sido más valientes que él, no aguantaron más la situación y avanzaron. Eso sí, lentamente, como si ellos también sintieran el aura especial que emana de aquel cofre.

Su primera intención fue utilizar su gabardina para alzarlo, pero se dio cuenta que estaba mojada y llena del barro del charco en el que sus pies lo hicieron saltar instantes antes, decidió entonces que sus manos, purificadas por las gotas de lluvia, eran las más indicadas para, con una suave caricia, levantar el cofre del suelo y protegerlo de ese torrencial aguacero que lastimaba su ya endeble madera cada vez más. Nada más tocarlo Eneko se sintió mal, era como si su cuerpo reaccionará al saber que había hecho algo indebido, pero después cuando, refugiado en un portal, se quito la gabardina y se despojó de su chaqueta, con la que cuidadosamente envolvió su pequeño tesoro recién encontrado, ese mal estar se transformó en un hondo sentimiento de paz y de tranquilidad que nunca había experimentado antes. Su mente cambio ese perenne color gris y se demudó en un arco iris de mil colores.

Así, explorando esa nueva sensación que lo embargaba, y siendo él el que por primera vez dominaba a sus pies, se fue corriendo a su casa. De repente, sin saber muy bien cómo y que había pasado desde que recogió el cofre hasta llegar a su habitación, se vio sentado en su viejo y desvencijado sillón. Miró el reloj, habían pasado cuatro horas desde que salió de la oficina, Eneko nunca supo qué había le había pasado en ese tiempo.

De lo que nunca se olvida Eneko es de su sorpresa cuando, después de haberlo sopesado por varias horas, después de contemplar esa pequeña caja colocada en el centro de una pequeña mesa desnuda por varias horas más, y después de reconfortarse con su nuevo sentimiento de liberación por otras cuantas horas más, se decidió a levantar la dañada tapa y ver que dentro… sólo había cenizas y que en la parte interior de la tapa había escrito un nombre que ya apenas se leía.

Continuará...

Escrito en Caracas el 22 de junio de 2008.


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