Aprender a caminar de nuevo
Hoy no es uno de mis mejores días, así que aviso a la gente que no quiere contagiarse de mi vena nihilista que abandone en este mismo instante cualquier intención de seguir leyendo mi bitácora.
Hoy me siento una apátrida. Vivo en Venezuela y aquí tengo mi vida profesional, a Víctor, grandes amigos, independencia, aprendizaje y todo un país por descubrir... pero no puedo evitar sentirme sola. En España, tengo a mi familia, a mis tan extrañados amigos, mi anhelos de juventud, las parrilladas, las fiestas, una nueva vida por comenzar,... pero no puedo evitar pensar que después de tanto tiempo me voy a sentir como pez fuera del agua, todos han ido construyéndose un futuro y realmente no sé si encajaré, no sé si también me sentiré sola.
Hoy todo eso me hace paralizarme, dejar de avanzar, crecer, expresarme, divertirme, sonreír, jugar, soñar, a saber que he llegado a un punto de no retorno del que no puedo escapar, pero el que tampoco puedo superar.
Yo siempre he tenido mi pizca de pesimismo, el problema es que el aderezo de alegría que la acompañada parece haberse perdido entre los tristes sabores de la amargura.
No me hagáis caso, debe ser que hoy me levanté con la depresión activada, mañana será otro día y quizá no piense más en este suicidio en vida, sino en aprender a caminar de nuevo.