Y Chile conoció a Laura
Esta vez, a diferencia de cuando viaje a Argentina, no vi ningún paisaje aéreo digno de admiración durante las horas que pase en el avión, más que nada porque viaje de noche y, por suerte, a excepción de mi hora de escala en Lima, dormí durante todo el trayecto. Otra diferencia, y muy importante, con respecto a mi visita a Buenos Aires y Montevideo es que esta vez iba a disfrutar y a visitar a mi amiga Pope, no ha currar.
Llegue a Santiago a las 6 de la mañana y nada más pisar tierra conseguí el transporte que me iba a llevar a casa de Pope, aunque no os creáis, me costó lo mío. La cuestión es que llegue sin un peso chileno en el bolsillo y cuando fui a pagar el transfer (así llaman en Chile a unas furgonetas que hacen las veces de taxis colectivos) resulta que la maquinita para pasar las tarjetas no funcionaba, no había forma de que tuviese señal. Estaba ya a punto de buscar un cajero que me salvará de quedarme atrapada en el aeropuerto tipo Tom Hanks en “La Terminal”, cuando ese bombilla interior que a veces se nos enciende en la cabeza para echarnos una mano, hizo acto de presencia en mi cerebelo y recordé, que siguiendo los buenos consejos de Pope, había llevado unos cuántos euros para salvar este tipo de vicisitudes. Por supuesto también llevaba bolívares pero por esos ya sabía yo que no me iban a dar ni medio. Total que superado mi primer escollo me dirigí donde el muchacho que me había cobrado me indicó que me esperaban los transfer, donde me volvió a pasar una laurrakada, como diría Cebrecos. Llegó y le doy al tipo la maleta para que la guarde y aunque me dice que vamos a salir ya me enciendo un cigarro, en esas me pide el ticket y yo, que hasta hace un segundo lo había tenido en la mano, no lo encuentro. Hay que me agachó y casi vacío el bolso en el piso hasta que lo consigo. Se lo doy al tipo y, a qué no adivináis, esa no era mi compañía de transfer, que estaba como a cuatro furgonetas más adelante. Como mi transporte real, por el que había pagado, tardaba en salir unos 10 minutos, aproveche para llamar a Pope, porque yo en mis prisas ni siquiera me había dado tiempo para avisarle. Y os preguntaréis con qué coño dinero iba a pagar yo una llamada, por suerte cuando pague el transfer le dije al encargado que me devolviese moneda local y no euros, así es como conseguí mi primera fortuna personal en pesos, 500 con exactitud, que nos os vayáis a creer, no llegan ni a un euro. Conseguí que me cambiasen y llame a la pobre Pope a eso de las 6.30 de la mañana, me dijo que me estaba esperando, me dio su número de departamento, me subí a la furgoneta y me fui rumbo a El Vergel, que así se llama su calle en santiago.
Pope me recibió muy feliz por mi visita, pero burda de dormida, no era para menos, además esa noche había salido y ahora, como la gran anfitriona que es, me estaba recibiendo a mí, que tenía la osadía de llegar a esas horas tan imtespectiva. De ahí a ducharnos, desayunar algo, darle un presente que le había traído de nuestra querida Venezuela y por supuesto, la infaltable botella de ron Santa Teresa edición especial. Ya listas ya llegaba la hora de que me enseñase algo de Santiago, pero de eso, aunque no lo creías, no hay fotos. Sí, sí, como leísteis, es que con la emoción y toda la vaina se me olvidó la cámara. Para conocer la ciudad como es debido hago constar en acta que fuimos de casa de Pope, bastante alejada del centro de Santiago, hasta el corazón de la ciudad, caminando. Conocí “La Chascona”, la casa que Neruda tenía en la capital de Chile, que se llama así en honor a Matilde, su tercera y última esposa, que tenía el pelo todo ensortijado y a quien Neruda llamaba la chascona, porque en Chile esta palabra significa despeinada. La casa, a diferentes niveles de altitud y con tres edificios independientes es realmente bonita, con mil historias en cada uno de sus objetos; con un recuerdo en cada esquina; con una risa suspendida en le tiempo que espera a los visitantes sentada en el bar de Neruda, al que sólo el podía entrar; con un latido que se esconde entre las sábanas que tantas veces compartió con Matilde cuando su pasión era secreta y aún seguía casado con su segunda mujer.
Al salir de allí conocí el barrio Bellavista, donde se encuentra esta casa de Neruda y que con los años se ha convertido en el barrio bohemio de Santiago. Seguimos nuestro recorrido hasta Bellas Artes, done nos esperaba Pablo, un amigo chileno de Pope con el que fuimos a comer al Mercado Central. Como no yo probé el pastel de jaiba, plato típico chileno. A mitad de comida llegó Osune, una vasca que lleva ya siete años en Chile. A las 4 habíamos quedado con Marta, otra vasca afincada en Santiago, para ir a la Feria del Libro, donde escuchamos una lectura de poetas cubanos y con las mismas Pope y yo nos fuimos a casa, pues a las 10 de la noche salía nuestro autobús a Puerto Montt y teníamos que ir a por las maletas que dejamos listas en la mañana, así que esa fue mi segunda noche durmiendo en un transporte público, pues el viaje duraba 12 horitas. Pero como nos fue en Puerto Montt y Chiloé os lo contaré otro día. Como de esto no hay fotos he puesto algunas de las más representativas de Santiago que hice otro día y las del avión de vuelta de la Patagonia a Santiago donde se ven algunos glaciares, así tenéis un abre boca de los paisajes tan arrechos que hay por esa parte del mundo.
La tristemente famosa Casa de La Moneda, se llama así porque anteriormente es donde se acuñaban las monedas chilenas.
La Plaza que rodea a la Casa de La Moneda está rodeada con las estatuas de los presidentes chilenos, ésta es la de Allende.
El antiguo Congreso Nacional, el nuevo está en Valparaíso y aunque es una estructura imponente el de Santiago le gana en belleza y majestuosidad.
Con la Iglesia hemos topado, como nunca, esté es el interior de la Catedral de Santiago, la verdad es que es un templo muy bello.
En Venezuela son Plazas Bolívar, en Chile Plazas de Armas y ésta es la Plaza de Armas de Santiago. Se llaman así porque los españoles, cuando iban a ser atacados ponían allí todas las armas para que la gente y los soldados las agarrasen y pudiesen defenderse.
Aunque en el monumento central de la Plaza de Armas de Santiago tampoco falta su pequeño homenaje a Bolívar, como demuestra esta foto.
Este es el detalle de la cara de una estatua arrechísima que hay en una de las esquinas de la Plaza de Armas, justo en el lado donde se ponen los pintores para vender sus obras.
Y como no, en Santiago de Chile, como en Santiago de Compostela, no podía faltar la figura del santo que les da su nombre a ambas ciudades.
El glaciar que podéis observar desde las alturas es el Perito Moreno, está en El Calafate, Argentina y también hasta allá llegamos Pope y yo. Si desde acá parece impresionante esperar a verlo de cerca.
Un bonito atardecer desde el avión.