Encrucijada de palabras

"Soy un individuo de una especie animal elevado por mis semejantes a la dignidad de ser humano". No sé de quien es la frase pero sí que es realista, por eso espero que a través de este espacio logre alcanzar algo de ese ser humano del que habla. Dicen que este nuevo medio de comunicación es aislacionista, que no fomenta el calor que te brinda una amistad, pero cuando quieres hablarle al mundo y no importa quién pueda escuchar, no importa que forma utilices, lo importante es conseguirlo.

13 octubre, 2006

Canaima y el Salto Ángel (II)


Ya desde este momento parece que te hayas adentrado en una película de aventuras, navegando por un río inmenso, rodeado de una vegetación esplendorosa, solo con la naturaleza y a cada curva, imponentes van surgiendo, uno detrás de otro, los tepuys, hasta llegar un momento en que te sientes rodeado, protegido, por esas inmensas paredes de roca, que a lo largo de los siglos han ido tallando milenarias de figuras (desde el oso de la polar, hasta la perfecta silueta de una cara).

Una liviana comida a bordo de la curiara nos repone para el resto del recorrido. Mientras el agua te salpica en la cara o te empapa al paso de los rápidos, nuestros ojos no hayan donde posarse de todas las maravillas paisajísticas que se abren paso a nuestro alrededor: tepuy, un río inmenso, una vegetación tupida y un cielo inmensamente azul. Cuando nuestra embarcación sale de una curva una cada vez más increíble naturaleza se da a conocer. Al cabo de un rato le pedimos a Jesús, nuestro extraordinario guía pemón, que parase en algún lugar para volvernos a dar un chapuzón, el sol es inclemente y no perdona a nadie. Como buen guía, Jesús se conoce todos los parajes dignos de contemplación así que al cabo de unos minutos nos detuvimos en medio del río, al lado de unos pequeños montículos de hierba que crecen en mitad del río, parecen pequeñas rocas de césped artificial, de lo tupidas y uniformes que son. Otra cosa peculiar de Canaima es el color de sus aguas, tal vez por sus propiedades minerales son de un intenso color rojizo, que tiñe con esta tonalidad todo lo que en ellas se sumerja. Así, una vez dentro del río nuestros cuerpos pasan a tener un llamativo color rojo.

Como es lógico, aquí también aprovechamos para sacar varias fotografías, ya que a nuestras espaldas surgía, en toda su majestuosidad un gran tepuy.

Tras este breve chapuzón seguimos navegando, pero al poco tiempo, al intentar pasar un rápido, nuestro motor falló, por lo que tuvimos que parar a la orilla del Churún para que nuestro capitán y nuestro proel solucionasen el problema. Jesús, con su habitual buen humor nos dijo que podíamos aprovechar para darnos otro baño. Pasado el susto y gracias a la destreza de nuestra tripulación, no tardamos demasiado en reiniciar nuestra ruta hacia la Isla Ratón (donde haríamos noche). Lo que aún no sabíamos es qué otras sorpresas nos deparaba el camino. Y es que no habíamos avanzado demasiado cuando a la ribera del río vimos dos curiaras y la gente pidiendo que nos parásemos. Jesús intercambió algunas palabras con los otros guías pero como hablaron en pemón no entendimos nada, aunque por las caras que tenían los turistas estaba claro que algo grave había pasado.

Después de cargar algunas cosas en nuestra curiara, volvimos a emprender la marcha y Jesús nos explicó lo que había ocurrido. Dos curiaras, una que subía y la otra que bajaba, habían chocado y una de ellas, la que retornaba a Canaima se había descompuesto, por lo que la gente había perdido sus cámaras fotográficas y demás pertenencias (adiós fotos de recuerdo de su paso por el Salto Ángel). Por suerte nadie había sufrido heridas graves y aunque al principio hubo una pequeña disputa, al final consiguieron que otra curiara los devolviese a Canaima.

Eran las 4 de la tarde cuando volvimos a enfilar nuestro rumbo hacia la Isla Ratón, pero aún nos quedaba otra prueba que pasar. A los 20 minutos empezó a caer una tormenta sobre nosotros. La lluvia era tal que nuestros impermeables apenas conseguían resguárdanos de la lluvia, además la tormenta venia de frente y al paso de los rápidos la violencia de las olas apenas nos permitía abrir los ojos. En cierto momento teníamos que pasar por el Caimán, una zona del Churún donde grandes rocas emergen de sus aguas. La verdad es que después de pasar esa zona, de por sí estrecha y con un palo de agua sobre nosotros, yo dije “con este capitán llegamos a cualquier parte”. Sirva de dato que al día siguiente, cuando volvíamos de regreso a Canaima para pasar el Caimán nos tuvimos que bajar de la curiara por lo peligroso de la maniobra, pero es que la necesidad apremiaba, y con la lluvia era imposible que nosotros nos bajásemos de la curiara.

Pero como reza el dicho “Dios aprieta pero no ahoga” y “tras la tempestad llega la calma”. Cuando escampó ante nuestro ojos se descubrió, arrogante, el Salto Ángel; mientras un maravilloso arco iris se reflejaba en los tepuy que nos rodeaban. Por fin habíamos llegado a Isla Ratón, y pocas horas después nos estaríamos bañando al pie de la cascada más alta del mundo.

Tras llegar y cambiarnos la ropa empapada por el aguacero, vimos cuán privilegiados éramos al darnos cuenta de que dormiríamos frente al Salto. Con el ansía de explorar que te da la emoción hicimos una pequeña excursión hasta una zona donde se podía contemplar algo mejor el salto y tras varios minutos de anonada admiración regresamos al campamento, donde Jesús, el capitán y el proel habían colgado ya todas las hamacas donde dormiríamos y se disponían, ahora, a asarnos unas esplendidos pollos en vara.

Esperando a que nuestra suculenta cena se cocinase intercambiamos impresiones sobre el viaje, aprovechamos para conocernos más, probamos las hamacas, echamos una pequeña siestecilla y por fin, nos sentamos a la mesa a cenar. Tras la cena, todos, pero especialmente Santiago, nos lamentábamos porque no habíamos traído ni una botellita par tomar algo y entrar en calor. Tras nuestros lamentos, y pidiendo a los venezolanos que sacasen la botella de vodka que tenían escondida, cual es nuestra sorpresa cuando el tipo va y planta en medio de la mesa la susodicha bebida. Más sorprendidos nos quedamos cuando acto seguido se fue a dormir, dejándonos la botellita entera para nosotros. Jesús, que observaba todo, aunque se negó a probar el vodka, nos trajo unas naranjas cortadas en gajos, por lo que aliviamos nuestros gaznates con un popular destornillador. En la sobremesa nos echamos unas risas y admiramos el celular de Hidaki, nuestro japonesito aventurero, el cual llegará a Venezuela dentro de unos dos años, sólo os diré que con el teléfono hacia todas las fotos (gran resolución y gran capacidad de almacenamiento de imágenes, lo dicho, ese no llega a Venezuela hasta el 2010). No demasiado tarde y rendimos por las emociones vividas, nos retiramos a nuestras respectivas hamacas.

Esta historia continuará...


Estadisticas web