El difícil arte de votar
Después de varios años y diversos procesos electorales cruciales para la vida política venezolana, aún me sorprende su sistema de votación. Ciertamente es uno de los más modernos del mundo: captahuellas, cuadernos de votación electrónicos y máquinas de votación automatizadas son palabras que, para los neófitos en los avances computerizados en materia electoral, fácilmente pueden sonar a chino.
Pero ya veréis que una vez explicadas no son tan difíciles de descifrar. El día de las elecciones lo primero que debes hacer es encaminarte hasta tu colegio electoral y cruzar los dedos para que la cola no sea demasiado larga. A diferencia de en España, aquí los colegios están resguardados por militares. Así como lo oyes, militares armados a la puerta de los centros de votación chequean tu cédula y que ese sea tu colegio asignado Es muy difícil que te dejen pasar si no votas allí. De hecho yo nunca he podido presenciar in situ cómo vota un venezolano.
Tras los militares, te encuentras las captahuellas que vendrían a ser un control previo a la votación. Presentando de tu cédula de identidad, estas máquinas leen electrónicamente tus huellas dactilares con el fin de asegurar que cada ciudadano vota una sola vez. Estas máquinas han sido muy controversiales ya que en las elecciones parlamentarias quedó demostrado que podían servir para conocer por qué opción voto cada venezolano, violando así el secreto del voto, y se prescindió de ellas. A pesar de que en las venideras elecciones presidenciales su uso ha sido autorizado, hay varios estados donde no serán utilizadas.
Pero sigamos con nuestro recorrido hasta la ansiada urna electoral. Una vez tus huellas digitales son corroboradas te indican en qué mesa has de votar y en qué fila del cuaderno electoral está tu nombre. ¡Enhorabuena, has pasado al siguiente nivel!
Has dado un paso más en la fiesta electoral, ya estás listo para ejercer tu derecho al voto, ya estás parado frente a la mesa de votación. Primero te chequean en el cuaderno electoral, el cual tienes que firmar, además de dejar estampada una de tus huellas dactilares como recuerdo de tu paso por allí. Una vez estás debidamente fichado el presidente de la mesa oprimirá el botón que desbloquea la máquina de votación. Tú te dirigirás hasta ella y en su pantalla podrás ver el tarjetón electoral, debes de marcar el óvalo que está al lado de la opción política de tu preferencia y oprimir el botón de aceptar. La máquina te dará un papel donde comprobarás que efectivamente eso fue lo que votaste. Mosca en esta etapa del proceso, ¡¡¡sólo tienes 3 MINUTOS para votar!!!
Una cosa curiosa de este sistema es que no contempla el voto nulo, ni el voto en blanco. Sí quieres votar nulo lo que tienes que hacer es marcar varias opciones y dar a aceptar, aunque no estoy segura de que la máquina de votación te deje marcar varias candidaturas. Algo preocupante ya que el votar en blanco o votar nulo es igualmente un derecho que tiene el ciudadano que no se identifica con ninguna de las alternativas existentes, pero que no quiere desperdiciar su derecho a elegir en democracia.
Bueno, muchachos, no creáis que esto a acabado aquí, aun queda dos puntos más que pasar antes de haber superado el reto de votar. Una vez corroboras que tú papelito es correcto lo doblas y lo introduces en la urna. Pero he aquí lo más paradójico de los sistemas modernos de votación, ¡¡¡¡LA URNA ES DE CARTÓN!!! En vez de una urna de plástico traslucido, símbolo máximo de la transparencia electoral y única manera fehaciente de comprobar que la urna está vacía al comenzar la jornada electoral, aquí hay una urna, por llamarlo de alguna forma, porque realmente es una cutre caja de cartón, que ni siquiera te deja adivinar que esconde en su interior.
Pero bueno, las cosas son así y no todo puede ser perfecto, después de haber hecho todo esto te queda una última prueba, debes untar tu dedo en tinta indeleble, la cual te cubre la mitad del dedo meñique de un color azulado. Y así, con tu dedo teñido cual trofeo de guerra, ya puedes salir a la calle todo orgulloso de esa tintura azul que, aparte de asegurar que no vuelvas a votar, te acredita como un buen ciudadano, un ciudadano consciente y democrático que ha cumplido con su deber de participar en la fiesta electoral.