Encrucijada de palabras

"Soy un individuo de una especie animal elevado por mis semejantes a la dignidad de ser humano". No sé de quien es la frase pero sí que es realista, por eso espero que a través de este espacio logre alcanzar algo de ese ser humano del que habla. Dicen que este nuevo medio de comunicación es aislacionista, que no fomenta el calor que te brinda una amistad, pero cuando quieres hablarle al mundo y no importa quién pueda escuchar, no importa que forma utilices, lo importante es conseguirlo.

07 mayo, 2006

Iban a ser llaneras y acabaron paracaidistas

Después de nuestra aventura en la Gran Sabana no habíamos podido hacer ningún viaje más por territorio venezolano, por eso el puente del primero de mayo se nos presentaba como una gran oportunidad para salir de la locura caraqueña, en mi caso, y de la tranquilidad coreana, en el de Penélope. Nuestra primera opción fue ir a Morrocoy, unos cayos fantásticos, con fina arena, agua cristalina, palmeritas, churuatas,... un paraíso terrenal, vaya. Tú llegas a los pueblos de Tucacas o Chichiriviche y desde allí agarras los peñeritos que te llevarán hasta los cayos que tú quieras visitar. Nosotras, infelices de nosotras, ya nos veíamos pasando tres días fabulosos bronceando nuestras blancas pieles al sol y tomando cocada bien fría bajo una palmera. . .Pero, ohhhhhhhhhhhhh, desilusión, cero Morrocoy, cero playas, cero ambiente paradisíaco. Como siempre, lo dejamos todo para el final y ese es un destino turístico muy apreciado por los venezolanos, cuando quisimos conseguir una posadita en Tucacas aquello está full y donde había sitio te pedían unos precios desorbitantes, ¿pensarían que ganábamos en euros y querían hacer su agosto con nosotras? Después de ese bajón, éramos conscientes de que estábamos condenadas a quedarnos de nuevo en casa durante un puente, pero Pope es persistente y después de barajar varias opciones, a las 10 de la noche del viernes optamos por visitar los llanos, específicamente San Juan de los Morros, capital del estado Guárico.

Nos encontramos en San Juan el sábado a las 12 de la mañana y lo primero que hicimos fue buscar un sitio donde dormir. Después de preguntar a varias personas nos encontramos con una chica que trabajaba en el Ministerio de Turismo y a unos amigos suyos. La conversación fue muy cómica porque uno de los muchachos nos dijo que nada más vernos supo que éramos unas españolas mochileras, definitivamente, un estigma con el que debemos vivir, todo el mundo sabe que somos unas loquitas en cuanto nos ven. Después, al preguntarles que se podía hacer en Guárico y cuánto se tardaba en llegar a los llanos, nuestras ilusiones se fueron al piso. Para ir al llano, llano, se necesitaban varios días, los cuales no teníamos; los morros, formaciones rocosas características de la zona, se habían quemado y además, como había llovido el camino estaba todo embarrado; las aguas termales estaban muy descuidadas y todo lo bello estaba lejos y fuera de nuestro alcance. Os podéis imaginar la cara que se nos quedo a Pope y a mí al oír que en ese lugar, NO HABÍA NADA QUE HACER, y aún nos quedaban dos días por delante. Penélope, desesperada, preguntó: "¿Y para hacer paracaidismo?". Para nuestra sorpresa, allí mismito estaba la mejor escuela del país y ellos tenían un amigo allá, "Nano". ¡¡¡¡¡Acabamos de encontrar sentido a nuestro viaje!!!!! Ellos iban saliendo a una zona llanera a varias horas de San Juan, así que nos acercaron hasta un hotel, nos desearon suerte y se alejaron de nuestras vidas, seguramente preguntándose si tendríamos los bemoles de saltar.Una vez instaladas en el hotel no perdimos tiempo y llamamos a la escuela de paracaidismo. Nuestra idea era saltar en tandem, es decir, abrazadas a un instructor y disfrutando del paisaje, sin nada de estrés y gozando una bola de la experiencia. Pero, horrorrrrrrrrrr, en ese momento no hacia saltos en tandem, pero si estábamos tan animadas podíamos hacer un curso y saltar nosotras solas. Pues dicho y hecho, de perdidos al río, ya nos habíamos metido esa idea en la cabeza, así, ya fuese solas ante el peligro, íbamos a saltar. Con esa convicción en la cabeza y jactándonos de nuestro indiscutible valor pasamos la tarde tomando unos tragos y pensando en que éramos las más arrechas y decididas del mundo. Claro, que una vez se va a cercando el momento del salto, lo de la decisión se te va yendo en forma de sudor frío por los poros de tu cuerpo. Al día siguiente, allí estábamos, en el aeropuerto de San Juan, listas para saltar a 4.000 pies de altura. Dimos un curso, muy completo, del día enterró donde te enseñan desde cómo debes de saltar, lo que tienes que hacer para comprobar que el equipo funciona correctamente, cómo solucionar algún pequeño problema (bueno, a tanta altura todos los problemas pequeño, lo que se dice pequeños no deben ser), cómo y cuándo ir al procedimiento de emergencia, cómo salir del avión, en fin… todo.

La verdad es que los instructores son de pinga y te ayudan a tener una gran confianza en ti misma. Después de tomar todo el curso te dicen, bueno sentaros por ahí y esperar a que os llamen. ¿Os podéis imaginar lo que ocurre durante ese tiempo, verdad? Dudas, temores, inseguridades. Es el único momento del día en que te da tiempo a analizar seriamente la decisión que has tomado y sientes una mezcla de confianza, adrenalina, ganas de tripearte la experiencia y, al mismo tiempo, miedo, inseguridad, temor. Estas en esas cuando oyes tu nombre y te empiezan a vestir: chaqueta, paracaídas, altímetro, radio, gafas, casco. Luego tus pies, que no tú, van hasta el avión donde te repiten las indicaciones más importantes, te montas y empiezas a tomar altura mientras repasas todo, respiras, tu compañero te da ánimos, te preguntas qué le pasa a tu cabeza que siempre acabas metiéndote en estos líos por voluntad propia.

De repente, se abre la puerta del avión, y !!! zas!!! Pope ya saltó, ahora vas tú. Te colocas al lado de la puerta del avión, el instructor te da apoyo, ánimos, y te hace la pregunta: ¿lista para saltar? y oyes tu voz respondiendo: lista para saltar. Después de esto le sigue "pie fuera", y tú quedas sentada con tus piernas colgando hacia ese vacío que comienza a llamarte. El instructor, implacable, continúa: "posición" y tú , sin saber muy bien como, ya estás sujetándote al ala del avión y esperas oír el "go" y saltar. Pero ¡¡¡¡ohhhhh!!!!, no tengo fuerzas, me voy a soltar, me voy a soltar, me solteeeeeeeeeeeeeeeeeeeé. No espere al "go", los nervios, el peso, el viento, todo me venció y me fui pal carajo, llamada por la irresistible llamada de la madre tierra.La fuerza de atracción fue mayor y mis primeros momentos en el aire fueron un desastre, ni posición en equis y arco, ni gaitas, caía irremediablemente, en una posición de contorsionista principiante. Y en esos momentos te das cuenta de la determinación que puedes llegar a tener, en apenas unos segundos, me hice consciente de la situación y haciendo un gran esfuerzo extendí mis piernas y mi brazos y encorvé mi espalda. Cuando estaba en esas, se oyó ¡¡¡¡pluf!!!! o algo parecido, pero supe que no había duda, era el sonido que acababa con la preocupación y daba pasó al tripeo: el paracaídas se había abierto perfectamente. No había nada por qué preocuparse.A partir de ahí la experiencia es impresionante, giras a la izquierda, giras a la derecha te frenas, giras de nuevo más bruscamente para sentir que dominas al viento. Lanzas un grito sin saber a quien, sólo por el hecho de sentirte viva; disfrutas el paisaje, oyes el sonido del aire, gozas tu caída y sientes la sangre correr por tus venas, los latidos de tu corazón en tus sienes,… una experiencia única que, al menos, hay que vivir una vez en la vida.

¿Lo mejor de todo? Al llegar a tierra fui consciente de que ni siquiera había contando los 5 segundos, algo vital para poder saber que todo está bien y tu vuelo va a ser tranquilo. Pero conté con la suerte del principiante y los duendes alados me ayudaron a llegar a tierra sin ningún percance y muchas ganas de repetir.

¿La anécdota? El piloto del avión era el presentador de un programa venezolano de cámara oculta llamado !Qué locura¡, lo cual, dicho sea de paso, iba muy a tono con el arrebato paracaidístico que nos dio a Pope y a mí.

¿El aterrizaje? Es para lo único que no te preparan. Te dan un par de indicaciones y ahí te las veas. Menos mal que por radio te indican hacia donde dirigirte para aterrizar en el sitio preciso, sino, seguramente hubiésemos terminado colgadas de un árbol o de aterrizaje forzoso en la plaza del pueblo. Pensé que iba a caer de pie, pero al llegar al suelo terminé clavando mi precioso culito en el piso, menos mal que no caí justo encima de algún cardo borriquero, porque haberlos, los había. ¿El después? Pues bastante cervecero porque lo que se estila es que los primeros saltos y los graduados donen una caja de cerveza, así que imaginaros el final de nuestra aventura. Todos en el hangar bebiendo caña y echándonos los cuentos de nuestras vidas pasadas y futuras, de los recuerdos de sus primeros saltos.

Eso estuvo de pinga porque se notaba el ambiente de camaradería, la cosa cambio cuando un instructor y un pichón de instructor se ofrecieron a llevarnos a conocer algunos sitios de San Juan. Claro, que su intención oculta no era esa y cuando se dieron cuenta que la Pope y yo no estábamos por la labor y que no iban a coronar con las españoletas paracaidistas, se dieron burda de prisa en dejarnos de vuelta en el hotel. Según Pope, la cosa les quedó clara cuando me puse a monologar sobre Víctor y sentencie que yo no puedo estar con alguien cuyo libro favorito sea "El Código Da Vinci" y no sepa quién es Bakunin. Retrato que concordaba a la perfección con uno de ellos. Además, mala pata la mía, me había tocado el feo.

Y como suele pasar en estos casos, feo un rato pero más avispao que otra cosa. Solución: desplegar toda la bordería de la que soy capaz, y creerme, que es mucha. Una, y no es por alardear, es arisca por naturaleza, así que realmente ni costó mucho quitarme a ese moscón petulante de encima. Además, los tipos jetas mucho, pero de tontos ni un pelo. Vieron que no tenían chance y rápidamente levantaron el vuelo, nunca mejor dicho. Mientras tanto Pope y yo, ya en nuestra camas y con toda la adrenalina acumulada del día, soñábamos con que volábamos.


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