Laura en el país de las misses

Venezuela es reconocido mundialmente por ser el país de las misses, no en balde es el que cuenta con más títulos de belleza internacionales, nada más y nada menos que cuatro de Miss Universo, cinco Miss Mundo, y cuatro Miss Internacional. De hecho, estos 50 años de reinado de la belleza ya está en la idiosincrasia de los venezolanos. Cuando paseas por las calles de Caracas y te fijas detenidamente en sus mujeres te darás cuanta de que hay un rasgo que las define y las une, más allá de su clase social, de su nivel académico, de su raza o de su religión, todas ellas, indefectiblemente están perfectamente maquilladas, depiladas y arregladas. Puede que sólo vayan a comprar el pan, pero eso sí, van hechas unas diosas. Yo nunca he sido muy de arreglarme y restaurarme, pero cuando llegue aquí me di cuanta de que uno de los más altos sacrilegios que puede cometer la mujer venezolana es salir desaliña y sin maquillar. Tengo que confesar que al principio me resistí, ¡qué ladilla tener que levantarse más temprano para pintarse el ojo! (hay que tener en cuenta que muchas venezolanas comienzan su jornada diaria a las 4 de la mañana: haz comida, levanta y arregla a los niños, llévalos al colegio y vete a trabajar), pero ahora, con el paso del tiempo yo también me he sumergido un poco en esa cultura de la apariencia. Aunque no me maquilló todos los días si que lo hago de vez en cuando, y no sólo para ocasiones especiales como bodas, bautizos y comuniones, tal y como lo hacia en España.

Otro gran paso ha sido subirme encima de unos zancos, pues he logrado superar mi aversión a los tacones, si bien no me voy a poner unos de 10 centímetros, ya me atrevo con unos de 3 o 4. Pero este gen de la belleza física no viene de fábrica sólo en las venezolanas, los venezolanos son exigentes a la hora del cuidado personal femenino y quieren que su pareja (fea o guapa, alta o baja, flaca o gorda) se cuide al máximo y siempre esté de punta en blanco. A pesar de todo, una sigue manteniendo su esencia y por eso muchos días sigo conservando mi característico aspecto desaliñado y al natural que siempre me ha gustado. Todavía recuerdo a mi madre diciéndome: “¿Quieres un platillo?” Y yo, toda dulzura e inocencia, preguntándola “¿para qué?”, y ella va y me contesta toda sarcástica: “¡Pues por tu pinta más parece que más a pedir que a estudiar!”.

Pero volviendo al tema principal, la belleza venezolana está viviendo una mala racha, hace ya varios años que no consiguen traerse una corona de algún certamen internacional. Tal vez sea porque desde hace 8 años apareció una figura que, sin gran belleza externa, ha eclipsado a todas estas reinas. Muchos ojos de países extranjeros están puestos en él y en sus acciones, ocupa portadas, despierta pasiones y aversiones, y hoy por hoy, es el máximo exponente venezolano. Cuando uno piensa en Venezuela ya no piensa en el país de la belleza, piensa en él, en su presidente, en Hugo Rafael Chávez Frías.

Toda esta perorata viene a colación porque después de dos años por estas maravillosas tierras, considere que ya era hora de tragarme un certamen Miss Venezuela, que a diferencia de lo que ocurre en España, es todo un hito televisivo, siendo el programa más visto de la televisión, aunque las malas lenguas dicen que su nivel, al igual que los títulos, han bajado considerablemente en los últimos años. Llama la atención que en la madre patria la gala de Miss España más vista de los últimos tiempos fue la de 2002, cuando una periodista se infiltró en la organización para demostrar que la corona tenía un precio, aunque fue descubierta antes de llegar a la final, pudo demostrar que consiguió la banda de Miss Alicante gracias a vil metal. Por lo demás, estos eventos pasan desapercibidos para la gran parte de la población española y muy poca gente sabe quién es la Miss España de este año, sólo cuando ya ha adquirido alguna fama se recuerda que alguna vez miss.

Esta historia continuará...