Canaima y el Salto Ángel
Llevaba dos años en Venezuela y, aunque me moría de ganas, nunca había tenido la oportunidad de viajar al Salto Ángel. El trabajo en la oficina es bastante fuerte y no creía poder disfrutar de unas vacaciones hasta el año entrante. Por eso cuando nos dijeron que entre finales de septiembre y principios de octubre podíamos agarrar una semana, no perdí un minuto en organizar nuestro viaje a Canaima. Dijo nuestro viaje por que por suerte Víctor y yo pudimos tener la misma semana de vacaciones. Después de mucho buscar por Internet encontré un paquete bastante económico que incluía el traslado en avioneta hasta Canaima, el alojamiento, la comida y las diferentes excursiones en curiara, siendo la estelar la visita al Salto Ángel.
Con todo listo, el lunes 2 de octubre a la 1 de la tarde partimos en autobús rumbo a Ciudad Bolívar, donde llegamos después de 10 horas. Allí hicimos noche y a las 7 de la mañana del 3 de octubre un chico de la agencia de viajes nos vino a buscar al hotel para llevarnos hasta el aeropuerto. ¡Por fin íbamos a iniciar el verdadero viaje! Nos montamos en la avioneta y tras una hora sobrevolando el río Orinoco, el embalse El Gurí y varios tepuy, llegamos a Canaima. Allí nos recibió Jesús, nuestro maravilloso guía pemón, y conocimos al resto del grupo que compartiría con nosotros los días restantes: Hidaki (japonés), Carolina y Silvina (argentinas), Greg (norteamericano), Yolanda y Cristina (vascas) y Santiago y Rocío (una pareja de Sevilla). Bueno, también había dos venezolanos, pero esos, como leeréis más adelante, no eran ni se consideraban parte del grupo. Como podréis comprobar yo me sentía casi como en casa porque los españoles éramos mayoría, incluso Víctor me decía que había vuelto a recuperar toda la esencia de mi acento españoleto.
En Canaima desayunamos un café con leche y mientras esperábamos que llegase la pareja de venezolanos para iniciar nuestro viaje hacia el Salto Ángel, fuimos a visitar la playa de la laguna de Canaima, un lugar espectacular puesto que a su derecha se puede ver una maravillosa cascada y de cuyas aguas emergen tres imponentes palmeras que terminan de encuadrar tan idílica escena. Cuando estamos allá llegaron los niños de la escuela, ya que Canaima no es otra cosa que un pueblecito indígena de la etnia pemón que recibe a unos turistas ávidos de conocer las excelencias de la geografía venezolana. La verdad es que estos niños tienen una suerte infinita, a quién no le hubiese gustado tener esa magnífica playa como patio de recreo.
Después de contemplar la inmensidad de una naturaleza caprichosa a la vez que imponente, regresamos al campamento. Tras otros minutos de interminable espera los venezolanos llegaron y nosotros comenzamos la travesía en curiara por el río Carrao. Después de navegar durante 15 minutos llegamos a los rápidos de Mayupa, donde, debido a la poca profundidad de agua tuvimos que apearnos y tras una breve caminata volver a subir a la curiara y remontar el río. Enseguida llegamos a la Isla Orquídea y a la encrucijada, donde nos desviamos por el río Churún, el cual nos conduce directamente hacia el campamento en la base del Salto Ángel.
Poco después de que las primeras horas de la tarde traspasasen el día hicimos una parada en el Pozo de la Felicidad, una pequeña cascada que queda al principio del río Churún. Allí nos echamos un bañito relajante y sacamos las foticos de rigor para poder seguir un viaje que se demoraría hasta las 6 de la tarde, cuando exhaustos, llegamos al campamento donde pasaríamos la noche.
Esta historia continuará...