Nubarrones negros
La verdad es que el ánimo que tengas al despertar marca la pauta de todo tu día, más que el destino es el cómo afrontas las 24 horas que tienes por delante lo que guía tus pasos cada minuto y cada segundo. Aunque parezca superficial, una buena forma de saber lo que te depara tu día es mirarte frente al espejo, si al ver tu reflejo encuentras ante ti una persona radiante y hermosa, lo más seguro es que así sea tu día. Si por el contrario encuentras ante ti una persona opaca, sin brillo en los ojos y apagada; te puedes poner tus mejores galas, puedes maquillarte y perfumarte, pero irremediablemente tu día será como lo que estás viendo frente al espejo: un día sin luz.
Desgraciadamente esta situación es difícil de controlar, tú te puedes acostar con todo el ímpetu del mundo y a la mañana siguiente despertar desinflada. Y parece cosas de duendes, pero por mucho que intentes subirte la autoestima y poner todo de tu parte para mejorar las horas que te quedan por delante, eso parece imposible y a cada paso das un tropiezo y con cada tropiezo te cuesta más levantarte. Lo mismo pasa con los pensamientos, si tu piensas en algo negativamente, puede ser lo más maravilloso del mundo y muy satisfactorio para ti, pero hasta que no logres quitar esa nube negra de tu cabeza no lo podrás disfrutar en toda su plenitud.
Os preguntaréis por qué escribo esto, la verdad es que creo que me estoy exorcizando porque yo soy un poco como he descrito más arriba: rodeada de nubarrones negros auto impuestos. Lo que quiero decir es que la vida, lo qué nos ocurre, también es cuestión de actitud. Lo importante no es ser bello, sino sentirse bello, eso es lo que vas a irradiar a los demás. Tú decides cómo quieres que te vean: como una brillante estrella o como un oscuro agujero negro. Te puedes despertar gris y saber que tu día será también gris, pero también puedes acostarte por la noche convenciéndote de que mañana será un día espectacular porque tú te sientes espectacular.