Aún sin título
Eneko, como todos los días desde hacía tantos años que ya no consigue recordar cuando fue la primera vez, emprendió el camino de regreso a su casa. Sabía que no era la ruta más corta, ni el más bella, ni siquiera la que más le agradaba y, sin embargo, no sabía por qué, pero no podía dejar de doblar a la izquierda en la esquina de la panadería y encaminarse hacia ese estrecho, sucio y olvidado callejón, y eso que lo había intentado muchas veces, pero sus pies nunca le hacían caso, se revelan, patalean y le dominaban por completo, sometiendo a Eneko a su propia voluntad.
Como decía, Eneko emprendió su camino de regreso a casa, era una tarde gris, y aunque para él todas las tardes eran grises, está realmente lo era, las gotas de lluvia se deslizaban por sus cabellos, colándose por el cuello y atravesando su espalda, lo que le producía un escalofrío casi instantáneo. Iba cabizbajo, intentando adivinar qué pensaban sus pies, que en ese momento no se resistieron a chapotear en un pequeño charco, cuando lo vio. Era un pequeño cofre de madera, sin talla alguna, golpeado y empapado por la lluvia, se notaba que era antiguo y estaba resquebrajado, la madera, aunque de pino, había sido oscurecida con nogalina, el recordó a él.
Continuará…
Escrito en Caracas el 21 de mayo de 2008.