De no currar los fines de semana, al mundial y los chatos de vino
Hola a todos, ¿qué tal os va la vaina? Por aquí todo bien. Mi fin de semana fue bastante tranquilito. Lo bueno es que por fin Víctor no tuvo que viajar por trabajo y pudimos disfrutar de un fin de semana juntos. Y esperemos que está racha de paz se mantenga porque lo más seguro es que el Mundial de Fútbol paralice el país, bueno, como en España. Aquí ya se ve a la gente con las banderitas de sus selecciones favoritas (Venezuela no clasificó) puestas en el balcón o en las ventanas de los carros.
Mi casa no se selva de la fiebre futbolística y Macu ya ha plantado sendas banderitas entre los geranios del balcón: una de España, hay que mantener las esperanzas, y otra de Brasil, que es como asegurarse la emoción hasta el final.
Ya sabéis que a mí no me gusta mucho el balompié, pero creo que algún partidillo veré, al principio los de España, por eso de que la tierra tira. Pero, eso sí, tampoco estoy tan loca como para pensar que llegará a la final, ni siquiera a las semifinales (por eso lo de "al principio", es decir, hasta que los eliminen, jajaja. Sé que soy cruel, pero es la realidad).
La verdad es que esa rareza mía de no gustarme el fútbol causó mucha gracia a mi llegada, no podían entender como a una españoleta no le gustará el deporte rey. Claro, que cuando añadía que tampoco era una fanática del vino casi les daba un yuyu, demasiados mitos caídos a sus pies para una sólo día.
Menos mal que luego les explicaba que a mí lo que me iba era el vino con Coca-Cola, o lo que es lo mismo el kalimotxo (lo del nombre les costaba un poco), y que de vez en cuando si que veía algún partidillo e incluso había jugado alguno en mi juventud, recuperaban esa imagen del español bonchón viendo la final de la liga con un chato de vino en la mano, jajaja.