La dignidad no se pierde con los dedos
Ayer, yendo a buscar unos equipos de la Escuela de Cine que Víctor tenía que devolver, pasamos por el Tribunal Supremo de Justicia. Eran las nueve de la noche y justo en frente del edificio, un lugar muy poco transitado, había un colchón donde se encontraban durmiendo dos personas. Se trataba de Franklin Brito y, estos son suposiciones, su esposa. La historia de este venezolano es realmente impactante. Ya que lleva años intentando que e sistema venezolano de justicia le haga caso y atienda sus peticiones, llegando incluso a cortarse un dedo en 2005.
Franklin Brito es un biólogo venezolano que llamó la atención de la opinión pública venezolana el 10 de noviembre de 2005, cuando decidió cortarse el dedo meñique “como medida de presión para que los organismos competentes atiendan mi caso”.
Para ese entonces Brito ya llevaba más de 125 días instalado en la Plaza Miranda, en pleno centro de Caracas, donde había hincado una huelga de hambre para llamar la atención de las autoridades sobre el presunto hostigamiento que en su contra iniciara en 2001 el alcalde del municipio Sucre, estado Bolívar, Juan Carlos Figarella.
Antes de amputarse su falange sentenció que “no confío ya en las palabras de los organismos a los que les compete mi problema y cuando lo han hecho me han engañado, por eso tomo esta decisión drástica”. Tras haber cumplido su amenaza fue trasladado por lo bomberos a un hospital público, donde sin éxito, trataron de unirle el dedo. Tras salir del hospital regresó a la plaza para continuar su huelga de hambre. Allí reiteró que se cortará un dedo por semana cada jueves a las 9:30 a.m. local, hasta que sea resuelto su caso, pero aclaró a la prensa que "esta acción no es contra del presidente venezolano Hugo Chávez".
Por suerte Franklin Brito no cumplió su promesa de seguir auto mutilándose, pero no por eso cejo en su empeño de conseguir justicia, por eso hoy en día, 15 de octubre de 2007, tras haber llevado su protesta a diferentes sitios y edificios públicos de la capital venezolana, sigue con su protesta frente al Tribunal Supremo de Justicia, mientras los medios y la opinión pública, como suele pasar, se han olvidado de él y su caso sigue descansando en un cajón.
Pero, ¿qué denuncia Brito?
Brito denuncia que desde 2001 le han cerrado todas las posibilidades para conseguir empleo y acusó al alcalde Figarella como responsable por sus continuos despidos y el de su esposa. Dijo que en 2001 se le negó el financiamiento para un proyecto agrícola, luego fue despedido del Instituto Autónomo municipal de Desarrollo Agrícola y en 2002 fue despedido de un Instituto educativo, además de que le invadieron un lote de terreno por lo que desde entonces permanece desempleado.
Además, este biólogo venezolano denuncia al Ministerio de Educación por deuda laboral, lográndose la cancelación por este concepto de 13 millones de bolívares (6,046 dólares), que no fueron aceptados por el biólogo quien manifestó inconformidad; según relató la funcionaria de la Defensoría del Pueblo para Caracas, Reyna Morandy,
Brito también denunció la supuesta invasión de un lote de terreno, pero la Defensoría asegura que según sus investigaciones “no hubo tal invasión”, aunque reconoce que hubo una “pérdida de cultivo”. La Defensoría también afirma que el Instituto Nacional de Tierras accedió a pagarle 60 millones de bolívares (27,906 dólares) por ese concepto que el biólogo tampoco aceptó.
Llegados a este punto, donde los organismos venezolanos implicados dan a entender que Brito se negó a aceptar las soluciones que se le ofrecía, cabe preguntarse, ¿por qué este biólogo venezolano continúa su propuesta?, ¿por qué sigue defendiendo su dignidad?, ¿será por que realmente tiene razón?, ¿quién en su sano juicio va a mantenerse en huelga por dos años, cuando ya le han olvidado los medios, el pueblo y las autoridades, si no es dignidad, por luchar por lo que realmente es suyo, por pedir justicia, porque le sean respetados sus derechos?
Y es que Franklin Brito, después de cortarse un dedo, coserse los labios y cinco huelgas de hambre a manifestado recientemente: “estoy dispuesto a protestar hasta morir si no atienden mi caso"
En septiembre de 2007 Brito aseguró a el diario caraqueño “El Universal” estar dispuesto, suero oral mediante, a mantener las sales minerales de su cuerpo justo por encima de los niveles vitales para así ir disminuyendo hasta convertirse en poco más que un esqueleto. Y todo siempre frente a ese Tribunal Supremo de Justicia al que desde hace meses le pide sin éxito una respuesta.
Les contó además que hacía una semana había ido a visitarlo una comisión del Ministerio de Educación para pedirle que finalice su protesta: “Me dijeron que la propia presidenta del TSJ pidió al ministro de Educación Adán Chávez que intercediera y que hablara conmigo, pero yo no me voy de aquí sólo por promesas y por acuerdos que sé muy bien que no se van a cumplir. Estoy dispuesto a quedarme aquí hasta morir si es necesario”.
Lo único que él exige es que se hagan dos actos administrativos en torno a su fundo del estado Bolívar que, según él, le fue expropiado de forma ilegal: uno en el que se determine si quienes ocuparon sus terrenos son invasores y otro para que quede claro si las cartas agrarias abarcan sus tierras o no. Quiere que se le dé la oportunidad de demostrar su punto y que también sus contrarios tengan el chance de argumentar. No presiona para que en el juicio las autoridades le den la razón, sino simplemente para que este juicio en efecto se lleve a cabo. No es una lucha por la tierra tanto como una lucha por la justicia.
Hace poco, a principios de octubre de 2007, un tribunal desalojó a quien invadía su fundo en La Tigrera (estado Bolívar). Sin embargo, Franklin Brito ha asegurado que no levantará la huelga de hambre que mantiene frente a la sede del Tribunal Supremo de Justicia en reclamo al desalojo de sus tierras, ocurrido hace cuatro años.
Luego de la medida judicial, Brito tomó la decisión de arreciar su protesta y dejará de tomar suero. El huelguista, que ha perdido 28 kilos los últimos meses, exige que el Instituto Nacional de Tierras (INTI) lo indemnice por daños causados. “Ahora un juez saca al invasor y pretenden que las cosas se queden como si nada. Me tienen que pagar los cuatro años que tengo sin trabajar mi tierra, el año y medio de estudios que han perdido mis hijos. Eso también tiene un costo y no pueden evadirlo”.
Parece que este hombre tiene una voluntad de hierro y que no va a poner en venta su dignidad, y va a luchar porque todos estos años perdidos le sean, ya no devueltos, pero si restituidos económicamente, puesto que no sólo ha sufrido él, sino toda su familia.