Chiloé, una isla mágica
Era 3 de noviembre de 2007 y a las 7 de la mañana estábamos listas para ir rumbo a la isla de Chiloé, la más grande de un archipiélago que lleva su mismo nombre. Salimos de Puerto Montt hacía Pargua, donde se agarran los barcos que nos llevarían a Ancud, el pueblo más al norte de Chiloé. Hasta Pargua son 60 kilómetros por la carretera Panamericana, que en su gran mayoría sigue la línea de la costa. Nada más salir de Puerto Montt se ve el puerto, el mercado, varias islas, criaderos de marisco y de salmón, navieras (las que te llevan hasta la Patagonia), fábricas de pescado y la isla de los Curas. Es una isla pequeña que cuando baja la marea se puede llegar caminando hasta ella. Se llama así porque es propiedad de los jesuitas y se usa para hacer retiros espirituales. A lo largo de todo el camino, como pasa por toda la zona, se ven unos arbustos con unas flores amarillas que se llaman “chacai”, la cual trajeron los colonos alemanes y ahora se ha vuelto casi una plaga porque imposibilita la tierra para el cultivo.
Chiloé en indígena significa “tierra de gaviotas” y Ancud, el pueblo al que arribamos con el barco significa “tierra fértil para el cultivo”, se cree que el nombre se lo pusieron los españoles debido a un jefe indígena que vivía allí.
Los chilotes, como se llama a los oriundos de Chiloé, son buenos constructores y carpinteros y son ellos mismos los que hacen sus casas y sus barcos. La madera que utilizan para hacer sus casas se llama alerce, un árbol milenario en peligro de extinción que sólo es apto para trabajarlo cuando tiene 800 años porque anualmente sólo crece 3 centímetros. Otra cosa que resalta de las construcciones chilotas son sus colores que son fuertes y servían para que los marineros se orientasen.
La primera parada en Ancud fue el Fuerte San Antonio, último lugar de Chile donde hondeó la bandera española, fue en 1826, algunos años después de que se hubiese proclamado la independencia chilena. Esto ocurrió porque el lugar estaba fuertemente protegido por los españoles y tardaron aún 10 años en lograr echarlos. El fuerte está hecho con una piedra volcánica que se llama “kankahua”, con la que los chilotes hacen calentadores, a los que llaman con el mismo nombre.
En Castro hay una forma muy curiosa, conjunta y solidaria de solucionar los problemas, se llaman “mingas”. Las mingas son trabajos comunitarios, por ejemplo sí una familia se traslada de lugar o de isla se llevan todo, hasta su casa, por eso sus construcciones están hechas sobre varios pilares de madrea, como los palafitos pero en tierra y más cortos, de tal forma que cuando se mudan ponen maderas debajo y lo van arrastrando hasta el nuevo lugar elegido para vivir. Si se trasladan de isla en vez de madera ponen flotadores. La gente ayuda a la familia en le traslado y una vez realizado se hace una fiesta de dos días para agradecer la minga. Creo que es una buena idea que se puede copiar. Algo curioso es que las casas se trasladan con muebles y demás enseres dentro, por lo que la mudanza no es tan traumática. Las mingas se hacen también en el campo para ayudar a recoger las cosechas.
Por cierto, cuando se enteraron de que los ingleses se disponían a ocupar el Estrecho de Magallanes fueron los chilotes los que se embarcaron para llegar antes que ellos y, de esta forma, tomaron posesión del Estrecho, que desde ese momento es territorio chileno.
Después de conocer el Fuerte San Antonio fuimos hasta el pueblo de Ancud donde vimos la Plaza, llena de estatuas con los seres mitológicos de Chiloé, que por cierto son muchos y muy variados; y el mercado, donde se puede encontrar artesanía y mariscos, como los mejillones y algas secas.
De allí salimos hacia Castro, la capital de Chiloé, en medio de la isla y a aproximadamente una hora de Ancud. Allí vimos los palafitos, casas construidas sobre el agua que se asientan en largos pilares de madera, los cuales hay que cambiar cada 15 años. En uno de estos palafitos comimos “curanto”, uno de sus platos típicos que, tradicionalmente, se cocina en un hoyo hecho en la tierra en el que se ponen piedras grandes, sobre las que se hace una fogata para que estas se calientes y cocinen las diferentes carnes y mariscos que componen este plato.
Tras todo este tour nos dimos una buena comilona a base de curanto, por supuesto, y menos mal que pedimos un curanto para las dos, porque la verdad es que es inmenso. Comimos con Sam y Dimitri y con Violeta, una mujer chilena muy agradable a la que, por cuestiones que después sabréis, tenemos mucho que agradecer, además ella fue la que nos invito un buen vino chileno durante la comida. Después fuimos a ver el mercado de artesanía y de ahí a la iglesia, de estilo germano, como todas las de la isla, que son muchas, no en vano a Chiloé se la conoce como la isla de las iglesias.
Luego nuevamente agarramos carretera para llegar hasta Dalcahue, otro pueblito chilota muy pintoresco y, como no, con su iglesia alemana. Tristemente esa era nuestra última parada del día, de ahí nos dirigimos otra vez a Ancud para agarrar el barco a Pargua y de ahí a Puerto Montt. De vuelta pudimos ver una bonita puesta de sol y los volcanes Calbuco y Puntiagudo.
Al llegar al hospedaje todavía nos tocaba hablar con la dueña para ver cómo hacíamos para poder salir hasta tarde sin tener que quedarnos en la calle hasta las 7 de la mañana, hora en que abrían el hospedaje. Todos los que venían en el tour sabían nuestro problema y absolutamente todos se solidarizaron con nosotras. Es que en qué cabeza cabe que cierren a las 11.30 de la noche y además echen un candado hasta las 7 de la mañana, más en Puerto Montt que es todo de madera, dime tú si hay un incendio qué carajo hacemos. Y aquí es donde entra en acción Violeta, quien ni corta ni perezosa nos acompañó al hostal y convenció a la vieja diciéndole que ella daba una fiesta a la que estábamos invitadas y íbamos a regresar tarde eso sí, nos contó un ojo de la cara, imaginaros que cuando le dijimos lo del candado y el incendio nos dijo que no había problema, que había una alarma. ¿Y de qué coño sirve a alarma si no se puede salir? Mientras la convencíamos entró Sam, al que la vieja miró como recelosa, menos mal que la tranquilizamos diciéndole que no era un ladrón, ya que momentos antes nos había dicho que no dejaba la llave a los huéspedes porque la habían robado hasta los televisores, imagínense, la dichosa vieja tenía todos los perjuicios del mundo. Y justo después entró una francesa, también del tour, diciendo, con su inconfundible acento, que sí ya estaba todo solucionado porque sino llamaba a los gendarmes ahora mismo, jajajaja. La verdad es que fue demasiado gracioso, muy surrealista. Por fin conseguimos nuestro objetivo, aunque cuando íbamos a salir por la puerta después de ducharnos nos volvió a preguntar, como haciéndonos entender que no se creía ni media palabra. Y es que la vieja, de tonta ni un pelo.
Pero bueno, al final lo conseguimos, pudimos salir por la noche con Sam Y Dimitri, y lo mejor es que volvimos a las 8 de la mañana, pues uno de los camareros del “Boule Bar”, después de cerrar nos llevó a una discoteca en la zona de la Costanera. Total, que ni siquiera hizo falta llamar a la vieja al celular para que nos abriese su puerta con candado.
Me encanta esta foto, se la hice al capitaán del barco por el cristal y salió el reflejo perfecto
Parece que no, soplaba un frio cojonudo, si no que se lo digan a Pope
Y cuando se viaja en barco siempre es bueno ubicar los salvavidas
Mirando por la ventana
Como diría Víctor, otra foto torcida, dónde habré dejado mi eje, mi centro, jajajajaja
Nuestro destino, Chiloé, ya está cerca
Vendiendo artesania en le fuerte San Antonio
Con cien cañones por banda, viento en popa a toda vela
¿Hacia dónde estará apuntando?
Playa a la que se accede desde el San Antonio
Pescadores chilotes recogiendo algas
Qué pena que hiciese tanto frío, la verdad es que provocaba darse un chapuzón
El Fuerte San Antonio en toda su expresión
Penélope se dejó embrujar por el Trauco, un ser mitológico chilote. Es un hombre pequeño y deforme, muy feo pero que anda en busca de jóvenes solteras para desvirgarlas, a las que les provoca sueños eróticos. Ellas, a pesar de su fealdad caen rendidas a sus pies. Cuando una jovén de Chiloé sale embarazada dice que fue el Trauco, buena excusa, jajajaja
Detalle de los ojos de La Viuda, otro ser mitológico chilote. La Viuda es una mujer alta, vestida de negro y con la cabeza cubierta por un manto que sale de noche en busca de galanes a los que "enlesa" con su aliento para poder llevarselos a su choza, donde les obliga a satisfacerla a cada instante. Al amanecer lo abandona en cualquier lado. Por eso cuando un hombre se pierde una noche le echan la cualpa a la viuda, y es que como véis acá hay excusas para todos. No saben nada estos chilotes
En un puesto del mercado de Ancud donde se pueden ver todos los mariscos y algas secados
Camino de Castro, la capital de Chiloé
Los palafitos, o casas construidas sobre el agua, de Castro
Palafitos vistos desde el restaurante donde comimos, tambi{en el restaurante estaba en un palafito
Un barco entra en la ventana
El curanto, plato típico de chiloé e suna mezcla de mariscos con diferentes tipos de carne, muy saludable, jajajaja. Menos mal que pedimos uno para las dos.
En el mercado de artesanías de Castro puedes encontrar cualquier cantidad de cosas en la lana para protegerte del frío
Además de otras artesanias
Como la cestería
También hay tiempo de echar una partidita al futbolito
Una típica iglesia alemana por dentro...
... y por fuera. Y es que por algo le llaman a Chiloé la isla de las iglesias
Otra iglesia, esta vez la de Dalcahue
El sol se empieza a poner justo cuando tomamos el barco de vuelta a Pargua
Mirando al mar soñé...
Con nuestra amiga chilena Violeta, cuyo nombre nos hace recordar inmediatamente uno de los exponentes musicales más importantes de su país, la cantautora Violeta Parra
Espectacular puesta de sol ya casi llegando a Puerto Montt
Vulcano, el Calbuco