Encrucijada de palabras

"Soy un individuo de una especie animal elevado por mis semejantes a la dignidad de ser humano". No sé de quien es la frase pero sí que es realista, por eso espero que a través de este espacio logre alcanzar algo de ese ser humano del que habla. Dicen que este nuevo medio de comunicación es aislacionista, que no fomenta el calor que te brinda una amistad, pero cuando quieres hablarle al mundo y no importa quién pueda escuchar, no importa que forma utilices, lo importante es conseguirlo.

27 marzo, 2008

De aceras, buhoneros, motorizados y la belleza de Caracas

Anchas o estrechas; de tierra, asfalto o concreto; en pueblos o ciudades; bonitas o feas; vestidas con árboles y bancos o totalmente desnudas viven ignoradas, nadie aprecia la gran labor social que hacen y día tras día son pisoteadas una y mil veces por decenas, centenares, miles, millones de personas. Rica, pobres, sanas, enfermas, de izquierdas, de derechas, blancas, negras, amarillas,… pero nadie se detiene a apreciarlas, a contemplarlas aunque sólo sea un instante. Nadie las hace respetar ni lucha por sus derechos, nadie las estima en su justa medida,… pobres aceras.

Por eso hoy me alzo como su defensora y hago un llamado público a reivindicar nuestros espacios, a tomar nuestras aceras.

No, no me ha picado ningún bicho raro ni me he metido a urbanista, pero caminando ayer por Caracas me sobrevinieron todos estos pensamientos. Y os preguntaréis por qué, pues bien, voy a intentar explicarlo.

Y es que Caracas es una ciudad caótica pero encantadora. Una mujer arrecha y hormonal que lucha por salir adelante cada día, un aire caribeño que te acaricia el rostro mientras el Ávila te ofrece su sombra benefactora. Con esquinas, rincones, edificios y mil historias que descubrir sí las sabes encontrar, con sus buhoneros, sus artesanos de Bellas Artes, sus perrocalenteros y su caos, que priman sobre su suciedad, la desidia con que es tratada y la violencia de sus calles.

Pero creo que me estoy dejando llevar por una nostalgia anticipada. Como os decía, Caracas es bella si sabes cómo mirarla, cómo tratarla; pero a la vez, y esto suele pasar con todo, hay cosas que te sacan de quicio, y una de esas cosas son sus aceras.

Como os dije, iba caminando por las calles caraqueñas y las aceras eran de todo el mundo menos de los peatones. Carros que entran y salen de los aparcamientos de los comercios, los cuales están en una parte de la acera, sin detenerse si quiera a mirara sí hay algún peatón en su camino, algo que tendría que ser obligatorio so pena de multa, ya que, al fin y al cabo, las aceras son el espacio natural de los caminantes.

Además los buhoneros abusan de ellas y montan sus tarantines a todo su largo y ancho, escondiendo este espacio para caminar entre su variada mercancía; mientras uno se tiene que arriesgar a caminar por la carretera. Y está bien que estos trabajadores informales tienen derecho a trabajar, e incluso a algunos lugares les da un encanto, una identidad única; pero otra cosa es apoderarse de las aceras. Por eso deberían de construirse y acondicionarse espacios específicos para ellos, para dignificar su trabajo: mercados comunales, populares o artesanales. Incluso se podrán agrupar por gremios y distribuir por la ciudad sus zonas específicas que, incluso podría convertirse en un atractivo turístico: calle de los zapateros, calle de la gastronomía, calle de la quincalla, calle de los artesanos, etc.

Pero lo peor de lo peor, lo último de lo último, lo que más me enerva son los motorizados (bueno, los motoristas en castellano y para que vosotros, hijos de la madre patria, me entendáis), sobre todo los que trabajan haciendo mandados. Ahora las aceras también son suyas. Ya no basta con que se coman los semáforos, zigzagueen entre los carros, vayan por cualquier lado de la carretera e incluso te rayen el carro o te arranquen el retrovisor si no les das paso porque ESTÁS EN UNA COLA Y NO TE PUEDES MOVER. Pues no, eso ya no les basta ahora también van por la acera para ir más deprisa, evitar atascos o simplemente porque les provoca. Y lo peor es que no respetan a nadie porque si no te apartas a su paso te pitan sin parar o te pasan casi rozando. Hace algún tiempo vi con mis propios ojitos como uno de ellos pitaba sin cesar a una pobre viejita cargada de bolsas que tranquilamente se dirigía a su casa caminando por la acera. Y hasta que la señora no se apartó no ceso de tocar corneta, como si el tuviese todo el derecho a conducir por la acera. INSÓLITO. A este tipo de personas habría no sólo que multarlas, sino retirarles el carné y si me pones radical hacerles pasar una noche enchironaos. ¡Ah! Y por supuesto mandarles unos cuántos meses a un curso de civismo y vialidad, a ver si hay suerte y aprender algo, por favor.

Lo malo es que aquí no se multa porque le ciudadano no está acostumbrado a pagar (bastante les costó implementar el impuesto sobre la renta y eso que la mayoría está exento, pues únicamente es obligatorio para las personas con unos ingresos de x cantidad de bolívares al año, monto que no gana la gran mayoría de la población que subsiste con el sueldo mínimo). Los gobernantes además tienen miedo a imponer multas ya que si lo hacen puede que los ciudadanos les pasen factura en las urnas. Resultado: sobre todo las alcaldías no tiene forma de llenar las arcas públicas con el cobro de impuestos y multas, su principal fuente de ingresos, y su presupuesto para mejorar la calidad de vida de sus habitante disminuye. Y es que uno no puede ser “ni tan calvo ni con dos pelucas”, hay que tener un término medio, pero a estas alturas de la partida es difícil la reeducación de la ciudadanía en este sentido. (En España tampoco estaríamos dispuestos a pagar el canon por la cantidad de televisores que tengas que pagan en el Reino Unido, más que nada porque a estas alturas del partido, después de tantos años acompañados la caja catódica sin desembolsar un duro, no vamos a venir a hacerlo ahora. Todas esas medidas se tienen que desarrollar en su momento preciso, imponerlas que tampoco es esa la cuestión, o desarrollar una campaña de reeducación).

Lo triste es que, en cambio, el venezolano ve como normal la matraca policial, que no es otra cosa que untar de platica al policía de turno para que te deje en paz y no te retenga el vehículo, no te ponga la multa o simplemente no te amargue el día. Lo mejor de todo es que cuando tiene claras intenciones de matraquearte ellos te dicen que lo hacen por tu bien. Tú les colaboras para la cena o unas cervecitas y ellos te dejan en paz, algo que te va a salir mucho más económico que pagar la multa.

En fin, como os dije al principio, Caracas, y Venezuela en general, es una tierra maravillosa, pero como todas tiene sus cosas y nos guste o no, forma parte de su idiosincrasia, su esencia y su personalidad. Además, quien nos dice que sin ellas Venezuela sería la misma, la nuestra, la que queremos.


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