La Gran Sabana III
Al llegar a Kanavayen, fuimos hasta su gasolinera, y como no podía ser menos era de lo más peculiar. En vez de surtidores tenías grandes barriles llenos de gasolina, con lo que llenaban garrafas de diferentes litros, según lo que pidiese el cliente. Para llenar el tanque, en vez de una manguera se usaba un tubo de plástico por el que el indio pemón aspiraba la gasolina para luego colocar el tubo en el depósito y llenar el tanque.
En vez de montar la carpa, decidimos dormir en la antigua misión capuchina, la noche se nos pasó jugando al scrabble (con diccionario incluido), cuya partida, por cierto, gané yo. En esa ocasión, después de estudiar varios sistemas de refrigeración posibles, enfriamos nuestras cervezas metiéndolas en una bolsa de plástico llena de agua, que a su vez pusimos dentro del lavamanos, también lleno de agua fría (un scout tiene que tener alternativas, jajajaja ).
Por cierto, esa noche Ricardo nos sorprendió preparándonos la cena: pasta, aunque la verdad es que era pasta de esa ya hecha que viene con salsa y todo que sólo hay que poner a hervir, jajajaja. Ricardo, te lo agradecemos igual, estaba buenísimo y la intención es lo que cuenta. Aunque ya Pope tuvo una ardua l ucha contra los mosquitos las noches anteriores, esta fue en la que todos sufrimos sus picaduras en las partes más insospechadas de todo nuestro cuerpo. Por la mañana Ricardo nos contó que estuvo a punto de sacar a Pope de su saco de dormir de camuflaje (toda una belleza, jajaja) porque no dejaba de rascarse y por toda la habitación se oía el ras, ras, ras en la tela del saco de dormir.
Por la mañana recorrimos Kanavayen, compre una cerbatana pemón (con demostración de lanzamiento incluida, la forma pemón de jugar a los dardos), hablamos con el capuchino al frente de la misión e iniciamos el viaje de vuelta, nuestro destino: Puerto La Cruz. De regreso hicimos una parada técnica en el Km. 88 para comer y vimos un bonito jabalí domesticado. También paramos en el puente Eiffel, diseñado por el mismo constructor de la famosa torre que lleva su nombre, y que descansa sobre el río Orinoco. Desde el puente algunos de sus lugareños más jóvenes se lanzan a las aguas de este inmenso río.
Después de que Ricardo tuviese que condu cir durante 12 horas porque Rocío se encontraba mal, mientras de que Pope y yo le amenizásemos el viaje y le pusiésemos banda sonora cantando los éxitos de los 80 y las canciones infantiles que marcaron esa maravillosa etapa de nuestra v ida, llegamos a Puerto La Cruz a la 1 de la mañana. Dormimos en el "Raspinfly" y a las 10.30 de la mañana emprendimos nuestro viaje de regreso a Caracas, dejando atrás los milenarios tepuys, los saltos de agua que guardan en sus entrañas los secretos de los indios pemones y las grandes llanuras de la Gran Sabana.
ESTA HISTORIA YA NO CONTINUARÁ, PUES YA LLEGÓ AL FINAL