Me converti en aparatosa
Ayer, 1 de junio de 2006, comenzó mi calvario particular. Y es que, como reza el título, me he convertido en toda una aparatosa. Desde hace varias horas mi boca y mis dientecitos se han convertido en un entramado de alambres y anillos metálicos. Hay que reconocerlo, realmente es toda una obra de ingeniería, pero la verdad estética ni un poquito. Y eso que me puse los de porcelana, que teóricamente lucen mejor y se notan menos. Aunque pronto me caí de la nube, según Víctor da la sensación de que he comido queso y se me han quedado varios trozos pegados. No te digo, una que quiere pasar este trago con dignidad (me quedan unos 2 años de triste peregrinación hacia la liberación dental) y va un desalmado y te chafa la ilusión.
La otra es que la ciencia habrá avanzado un huevo y la estética haya ganado la batalla al hierro, y otra, muy distinta, es que hayan conseguido que dejen de ser un incordio. Primero porque te hacen pequeñas llaguitas en la boca, que aunque no son una tortura inquisitorial, algo se parece. Y segundo porque antes de buscar el efecto estético hubiese preferido mil veces buscar el confort, la comodidad, el poder llevar estos finos hilos metálicos con un poco de elegancia y glamour.
Os reiréis pero no es fácil, en estas primeras horas que llevo este aparatejo maligno, me tropiezo con mis propios dientes cuando quiero ir a cerrar la boca. Y no te digo nada al abrirla, porque mis labiecitos se tropiezan con los brackers y complican la operación, antes tan simple, de intentar hablar. Y eso creo que es una cosa que la gente va a aprovechar muy bien, porque más de uno vendería su alma al diablo por verme callada al menos durante 5 minutos.
En fin, que una toda digna ella lo intenta y hace lo que puede, pero como dice Víctor, cuando cierro la boca parezco un pato y cuando la abro parezco una fábrica de alambres, así que ya os contaré como sobrevivo este fin de semana con mis nuevos amiguitos.