Puerto Montt y sus alrededores
El 3 de noviembre, después de pasar 12 horas en autobús, llegamos a Puerto Montt, lo bueno de Chile es que los buses están preparados para viajes largos y teníamos la opción semicama en la que los asientos se reclinaban burda y en los pies hay como una bandejita larga que se pega al asiento y tienes las piernas estiraditas. La cuestión es que llegamos a las 10.30 de la mañana y queríamos aprovechar el día, ya que sólo íbamos a estar 3. Así que fuimos a una agencia y contratamos un tour para conocer Puerto Varas t el Parque Vicente Pérez Rosales, donde hay cantidad de lagunas y lagos arrechísimos y se ven varios volcanes, entre ellos el Osorno. El tour salía a las 11 y nosotras estábamos con todos nuestros macundales a cuestas y sin hotel, pero la gente de la agencia nos dijo que no nos preocupásemos, nos consiguió un hospedaje (que tiene mención aparte, pero eso ya os lo contaré más adelante) y pudimos dejar todas nuestras cosas en la habitación antes de salir volando a la estación de autobuses para poder desayunar y empezar nuestro primer contacto con Puerto Montt y sus alrededores.
Puerto Montt es una ciudad joven, fundada en 1853 por colonos alemanes, por lo que las construcciones que datan de aquella época, como la iglesia, son típicas germanas. La ciudad vive mayoritariamente de la pesca y de la cría del salmón (Chile es el segundo productor del mundo de este pescado), de las algas (que exportan a Japón) y de los barcos que llevan pasajeros y mercancías hasta la Patagonia.
La primera parada de nuestro viaje fue en un mirador desde donde había unas bonitas vistas de la ciudad y el océano Pacífico, desde donde emprendimos camino hasta Puerto Varas, lugar más bonito y tranquilo que Puerto Montt que se asienta a los pies del volcán Osorno y está bañado por las aguas del Lago Llanquihue, que en mapuche significa “lugar hundido o sumergido”. Después de pasear por este pueblito y ver algunas tiendas de artesanía nos dirigimos hasta la isla Loreley, a la que se llega en barca atravesando un túnel de arbustos y árboles por el que hay que pasar en la barca, pero agachadito para que no te des con las ramas y la frondosa vegetación que le cubre. Este lugar se llama La Poza, pues la isla está en medio de una laguna. La isla en sí no es nada del otro mundo, es una pequeña islita llena de vegetación sin ninguna construcción y a la que no pudimos descender, pero el viaje en barca por esa laguna merece la pena sólo por los paisajes que se ven.
De allí, antes de llegar al Parque Vicente Pérez Rosales, fuimos a comer. Nuestro menú: salmón ahumado (no podía ser menos), trucha con papas y arroz, ciruelas en almíbar y, por supuesto, unas botellitas de vino. Con el estómago ya lleno nos partimos hacia el Parque Vicente Pérez Rosales, a una zona que se llama La Ensenada donde se encuentra la laguna verde, con un color verde hermosísimo que, según nos explicó el guía, se debe a las microalgas que viven en ella. Esta laguna se formó en uno de los cráteres del volcán Osorno. Siguiendo en el parque llegamos a ver el Lago Todos los Santos o Esmeralda, donde se abordan los barcos que hacen el Cruce de Los Lagos para llegar a Bariloche, Argentina. Antes de llegar al Lago Esmeralda paramos en una zona del camino donde el río tiene unos rápidos impresionantes y en sus aguas también se pueden ver tonalidades azul verdosas arrechísimas.
Por último, terminamos nuestra visita por el Parque en los Saltos de Petrohue, un lugar sensacional donde el agua fluye por sus pequeñas cataratas, saltando entre las rocas para después convertirse en unas mansas aguas que siguen su camino entre los ya típicos destellos azul verdosos. Aunque en la última parte del viaje el clima no nos acompañó porque hacía neblina la verdad es que este hecho no resto ni un ápice de belleza a todos estos parajes.
Durante este tour conocimos a dos chicos griegos de los que nos terminamos haciendo muy buenas amigas y con los que nos volvimos a encontrar en la Patagonia. Ese día decidimos salir con ellos por la noche, ya que llevaban más tiempo en Puerto Montt y conocían un sitio, llamado Boule Bar, que les había gustado mucho y quedamos en encontrarnos allí a las 10. Y justo en esta parte de la historia es donde entrar la dueña del hospedaje. Resuelta que la encargada nos dijo que cerraban a las 11.30 de la noche la puerta, imaginaros nuestras caras. Por ese día decidimos dejarlo pasar, ya que estábamos full cansadas del viaje, recordar que yo era la primera vez en dos noches que iba a dormir en una cama, y Pope no había podido dormir lo suficiente como en tres días; además al día siguiente a las 7 comenzaba nuestro viaje a la isla de Chiloé. Total que fuimos al bar, nos tomamos un pisco souer (bebida típica chilena) algo con Sam y Dimitris, que así se llaman nuestros dos amigos griegos, y nos volvimos al hospedaje. Eso fue todo por ese día, pero lo mejor llegaría el día después, pues llegaba la dueña del hospedaje, con la que teníamos que negociar directamente lo de la hora de llegada. Sobre lo que pasó ese día, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, pero tendréis que esperar a mi próxima entrega para enteraros.
Hoy no me dio tiempo a montar todas las fotos y, por comodidad al montar el blog, siempre empiezo por las del final, que además son las más espectaculares, mañana monto el resto porque estoy notando que la gente de ciber quiere realmente cerrar el chiringuito e irse para su casa, no voy a ser yo quien se lo impida, les entiendo... es viernesssss.
Bueno, es lunes a primera hora de la tarde y no hay estrés para montar las fotos que me quedan, así que hoy podréis disfrutar de todas las fotos que hicimos ese día.
Nuestra primera vista de Puerto Montt y el Oceáno Pacífico
Ese arbusto amarillo lo trajeron los alemanes y, aunque es muy vistoso y bonito, se ha convertido en una au`´entica plaga, pues donde crece daña la tierra y la hace inservible, además es muy combustible.
Una calle típica de Puerto Montt con sus típicas casas
Lago Llanquihue y volcán Osorno
Puerto Varas, Lago Llanquihue o "lugar sumergido"
Este es el tunel de arbustos que os comenté que había que pasar para entrar a la laguna donde está la isla Loreley
Parecemos todas unas expedicionarias, ¿qué no?
Una barquita que había en el embarcadero donde agarramos la barca hacía la isla Loreley, y me pareció que sería una bonita foto
Este leñador fue el que nos recibió en la casa donde comimos
Con Pope en la laguna verde, sí, la de las microalgas, la que se formó en uno de los cráteres del volcán Osorno
En un pequeño rincón de la espectacular laguna verde, y es quién se iba a poder imaginar que las microalgas diesen un color tan hermoso al agua
Este es Sam, el griego, como Zorba, que quería probar la vegetación del lugar
Con todo el grupo que hicimos el viaje ese día, el guía se empeñó en retratarnos como una gran familia feliz y debe ser la magia del lugar, pero en verdad lo parecemos.
Cerca de la laguna verde había un lago aún mucho más grande, pero sin la vistosidad de sus aguas por lo que su grandeza no lograba opacar su colorido.
Dimitris, nuestro otro amigo griego. La foto se la sacó Sam, a veces cuando que le pedía que nos sacase una foto a Pope y a mí, como mínimo se tomaba una a él mismo, aunque está vez le tocó la fama se la llevó Dimitris.
Qué lengua tan larga Pope, jajajaja
Unos pequeños rápidos y saltos de agua en mitad del camino, y es que a cada vuelta de la esquina encontrábamos un paraje espectacular
¿En qué estaría yo pensando? ...
Esta es una de las diversas tonalidades del agua de las que os hablaba
Una barca pasea a los turistas por el Lago Esmeralda o Todos los Santos, nosotros no hicimos ese viaje porque estaba demasiado nublado para poder disfrutarlo en su plenitud, ni siquiera se veía el volcán Osorno.
Las piraguas esperan a que las paseen por el Lago Esmeralda, pero hoy no tuvieron esa suerte
Los saltos de Petrohue en toda su plenitud
Después de la tempestad llega la calma, o después de los saltos el agua se amansa
Los Saltos de Petrohue son imponentes, ¿verdad?
Observando, pensando, meditando...
Una última mirada a Petrohue
Esto fue lo primero que vimos al llegar a Puerto Montt, una mujer que pese a que había caido un buen palo de agua seguia friendo sus pinchos morunos sin ningún problema
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